La figura del psicólogo, fundamental para las personas con autismo y para sus familiares
A su juicio, “la discapacidad es una característica o condición de la persona que presenta alguna alteración (física, sensorial, intelectual, mental), y que hace que su forma de actuar y relacionarse sea diferente a la mayoría de la población”.
Aunque ésta es una definición habitual, la psicóloga detalla que en la actualidad, desde el ámbito de la práctica profesional, “se considera desde una perspectiva diferente, y en vez de centrar el foco en las alteraciones que presentan, se habla de que estas personas tienen unas capacidades y habilidades diferentes”.
Mendieta añade que “también es cierto que estas personas se enfrentan a barreras, no sólo físicas (de las que quizás somos más conscientes), sino sobre todo sociales, como el rechazo y discriminación en el ámbito comunitario, escolar, laboral, formativo, lúdico, afectivo, muchas veces derivadas del desconocimiento general de la población sobre la discapacidad y de las dificultades para situarse o tratar a una persona que presenta algún tipo de discapacidad”.
Añade que “son estas barreras debidas a la actitud del entorno las que evitan la participación plena y efectiva en la sociedad, las que interfieren en lo que se denomina inclusión e igualdad de oportunidades”.
El trabajo del profesional de la Psicología en este ámbito es amplio y variado. Desde la detección precoz y la intervención en la atención temprana, al acompañamiento y atención a la persona con discapacidad en todas las necesidades a lo largo de su ciclo vital, así como a sus familias.
Además de intervenciones psicológicas específicas de evaluación, diagnóstico, estimulación cognitiva, manejo y autocontrol de las emociones, resolución de conflictos, habilidades sociales, conducta, como aspectos a trabajar con la persona con discapacidad. Y de la aceptación de las dificultades, pérdidas, afrontamiento de situaciones de estrés, como aspectos a trabajar con las familias.
“Tenemos también un papel fundamental en la gestión, organización, recursos humanos, trabajo en equipo, diseño de modelos de intervención, como materia de abordaje profesional del psicólogo tanto de manera exclusiva y/o como parte de un equipo multiprofesional en las diferentes entidades de atención a las personas con discapacidad”, detalla la psicóloga.
Mendieta recalca que “la sensibilización general por parte de la sociedad pasa, sin lugar a dudas, por hacer visibles a las personas con discapacidad: conviviendo con ellas”. “Es fundamental, defiende, un cambio de paradigma que implique hacer cosas con ellas, no haciendo cosas para ellas pero sin ellas. Describe que cuando una persona conoce, convive, estudia, trabaja, juega con otras personas, es capaz de establecer una relación con el otro y no hay diferencia cuando se trata de una persona con discapacidad”.
“La inclusión de la persona con discapacidad es la respuesta para la consecución de una concienciación social hacia la discapacidad. El cambio de actitudes se dará por sí mismo tras la inclusión”, concluye.
Para el psicólogo y colegiado Salvador Martínez, “la sociedad ha progresado mucho en concienciación sobre el autismo, si bien aún queda trabajo por hacer porque cuando les hablan de una persona con autismo aún piensan en los casos más extremos, en los que no pueden hablar ni interaccionan, pero la realidad es que pueden ser grandes trabajadores”.
Martínez Saura, que es también director técnico de la Asociación para la Atención de Personas con Trastorno en el Desarrollo (Astrade), defiende que “una persona con autismo puede ser el mejor trabajador de la empresa, siempre que el empresario conozca sus limitaciones”. Pone como ejemplo el caso de una persona con autismo a quien encargaron una prueba de calidad de un programa informático.
“Entregó el informe perfecto y antes de plazo, e incluso analizó los sonidos e identificó desfase de tonos, cosa que no le habían pedido”, relata. “Pero la sociedad debe asumir que hay cosas que no pueden hacer”, apunta el especialista.
En esta línea, explica que “la mayor laguna en este sentido es la socialización, de manera que, por ejemplo, no se puede esperar que un empleado con autismo prepare una reunión de grupo u organice una comida de empresa. Y también está su excesiva literalidad, que hace que les cueste entender las frases con doble sentido y otras situaciones cotidianas”.
La figura del psicólogo es fundamental para las personas con autismo. De una parte, es quien hace el diagnóstico y, de otra, “es también quien mejor puede trabajar la conducta”, dice Martínez Saura, si bien aclara que el seguimiento de estas personas es siempre interdisciplinar.
Generalmente, intervendrán asimismo en su vida logopedas, pedagogos y maestros de Educación Especial. En este sentido, Astrade ha sido pionera en el país a la hora de poder entrar al colegio y explicar a los profesores la mejor manera de comunicarse con estos alumnos, “porque tenemos que adaptarnos nosotros, no el niño”, apunta.
Además, la presencia de un psicólogo es relevante también para los familiares. “Cuando a una familia llega un niño con autismo, los padres pasan un duelo”, describe el experto.
Algunos lo superan más rápidamente, pero otros duran hasta un año, e incluso mucho más. También hay casos en los que la familia continúa preguntándose cuándo se curará ese niño o cuándo va alcanzar el nivel de sus compañeros, y hay quienes ni siquiera nombran el trastorno.
“El peligro es estar buscando siempre una cura, cuando no la hay. Ni siquiera sabemos dónde buscar genéticamente. Pero por ahí se venden esas curas y ya hay casos de gente que está siendo timada con este tema”, advierte.